Descenso.
Es un descenso ahogadero,
acuña hielo mi pecho:
sedimentos de espectros pendencieros.
Siempre mi piel sin sustento,
siempre oscuro el desfiladero.
Si te llamo, sólo muevo los labios,
tampoco hay heraldo de mi llanto.
Es el reflejo de lo inverso:
de morir ingrávido y cálido,
a ser pesado acero en el cieno.
Son mecenas que pulverizan mis venas.
Consanguíneos de anfibios
desmenuzando mi halo.
Basculo en vano
intentando hallar tu mano.
Y al otro lado descubro un embrionario
sentimiento de bienaventuranza.
¿Eres tú en la distancia?
Marisa Béjar, 9/9/2017.
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ResponderEliminarMe motivan y alegran tus palabras. Muchas gracias por pasar y dejar tu bello comentario. Un placer que me leas. Besos.
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