Mis deseos son el príncipe de antaño que luchaba en el frente sobre su caballo con espada en mano.
Voy orillando estragos,
asperjando lavanda en el inframundo.
Pero detrás de cada estocada emerge el rostro de la vieja nauseabunda que ironiza mi lucha.
Cada arruga de su atrofiada cara muestra el alma del guerrero invicto que sucumbió a su hazaña.
Su guadaña tiraniza mi esperanza.
Aguarda bajo el aura de la gloria,
mimetizada en ella; cuando sólo es escoria.
Estoy jalonada por sus garras.
Ya no puedo empuñar mi espada,
seré una brizna en su cara surcada de agónicas almas.
¿Sabes tú cómo pararla?
Aún puedo bregar sin armas.
Marisa Béjar 10/09/2017
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