Vive acristalada
en amor vetada.
Deambula entre espíritus
deslucidos en sentidos.
Porosa decrepitud fosfórica
de seres envilecidos
que atrapan su alma.
Dama de rostro marmóreo
de luz embaucada.
Luctuosa imagen grácil
al olvido encomendada.
En el pináculo sus sueños vagan.
Ojos añejos en miedo
agnósticos al cambio
mendigan clemencia.
Respuesta: ausencia.
¡El alquimista no puede ayudarla!
Ella debe trazar el bosquejo
que le exima del perverso lienzo.
Marisa Béjar, 28/05/2017.
Muy sugerente y espiritual. El poema tal vez pudiera ser el alquimista, que trabaja en silencio. Pareciera que nada cambia cuando todo está cambiando. Me ha gustado mucho este poema, intuyo cercanía con tus musas. Te sigo leyendo. Un saludo.
ResponderEliminarMuchas gracias por comentar RAul. Me alegra que te guste! Interesantes y profundas reflexiones las tuyas... Me gusta tu intuición. Nos leemos! Saludos!
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