sábado, 19 de agosto de 2017

Arista.






Vivo en una arista. Mi camino es estrecho como dos líneas continuas en autopista, peligrosas en sí mismas…

Siempre transito el mismo sendero, es una línea blanca infinita; es una arista. Separa mundos; mundos antagonistas: los sueños y el tedio.

No hay vértices entre ellos; son insurrectos al consenso.

Debo transitar, sin dejarme apresar, ambos quieren atraparme sin piedad.

Los sueños drenan el aire de un delirante misterio que dirigen mis pasos hacia ellos. Cálidos y bellos deseos: aquella casa que tanto anhelo rodeada de  árboles frutales donde el aire almibarado me besa a su paso. Buganvilla lila cayendo en cascada sobre mi pérgola amada. Mientras contemplo mi estanque enamorada; flores de loto moteando el verde ramaje pretencioso que emerge del fondo.

¡Ay! ¡Qué feliz me siento allí! Y más al verlo venir a lomos de su corcel gris…

El tedio me embota la mente, advierte que aquello no será para siempre, mostrando un rictus de muerte si acato y voy con el oponente.

Resuenan sus villanerías, creen que mis sueños son meras bufonerías. Sus risotadas sabotean mi paz, giro sobre mis talones y una protuberante faz me asesta el fétido aliento de la orfandad.

Estoy agotada, caeré postrada en una morada. La arista se estrecha, el horizonte se niebla. Palpo la densidad brumosa en mis manos temblorosas… Aullidos silbantes y voces cavernosas inyectando miedo en mi ser pusilánime y tambaleante.

Miro al suelo, pero no veo nada, quiero volver a mi arista; allí en indiferencia era artista.

Ahora el suelo es cenagoso, hay lucha y alboroto; ya no crecen flores de loto.

¿Me hallo en el tedio? ¡Los sueños no pueden ser tan horrendos! En el tedio estaban inertes, no reinaba  esta desazón permanente.

Creo que mi ser inconsciente se fue a la pérgola, y ahora llora su pérdida.

Oigo un lisonjero gorjeo, atiendo, pero no lo entiendo. Avanzo y yerro en mis pasos.

Postrada ante una losa aguzo la vista para ver la inscripción borrosa. La bruma se condensa en relojes de arena y pierdo la pisa. 

Extiendo la mano, puedo palpar los trazos… Y en ese momento un ser afelpado se apoya en mi hombro, y en tono armonioso susurra: <<Fueron los ecos del tedio que en lodo hundieron tus propios sueños. ¡Despierta!>>


Marisa Béjar, 19/08/2017.


2 comentarios:

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    1. Muchísimas gracias por tus bellas palabras...Misteriosa disyuntiva... Un placer verte por aquí. Besos!

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