Diáspora de amor.
Ahora sé que no
existe el jardín
que alumbró mi primer amanecer.
Es una derrota indómita;
como el llanto insano
del neonato
que se aferra a una célula
que Hera desea yerta.
Es una felonía
a la gloria que encandiló mis días.
Ese ser hollado en el tártaro
que oye el siseo de cántaros
por hadas moldeados…
Y acribillados
por abstrusos duendes
en paz hipados.
Y en ese intervalo
exangüe en aire
siento:
diáspora de amor.
Mi jardín
es el aerolito
que creí que salvaría
mi aura maldito.
Marisa Béjar, 23-12-2017.