viernes, 21 de diciembre de 2018

La acróbata.




¿Has visto cómo se desliza la niebla sobre el agua?
A veces armoniosa,
otras fantasmagórica y nudosa  con rictus de sorna.
La niebla es la acróbata de la vida con vestido de lentejuelas rosa
que perdió el columpio
y ahora su cuerpo ventea en la sombra.

Marisa Béjar,  9-12-2018.


Diálogos para Thelma, por nuestros veinte años juntas en vida y  muerte.
Hasta siempre amor mío.

21-12-1998.

lunes, 19 de noviembre de 2018

La cruz cátara.





De la aspereza nace el ocultismo.

La cruz cátara fondea en el valle del monocorde olvido.

Arramblaron sus cortijos,

¡quemaron a sus hijos!

La muerte: eterna amancebada 

del poder hiriente

expolia Seres que se aferraron

al ventanuco de la fe.

Son espíritus encorvados

de rostros apergaminados

y ojos aguados.

Irredentos del sotobosque

con címbalos herrumbrosos

de vítreos sonidos

que tintinean en la beldad

de la indomable oscuridad.




Marisa Béjar, 18/11/2018

viernes, 9 de noviembre de 2018

El retrato.





Mi alma habita en el zaguán de la imagen dorada;

baluarte de nenúfares purpúreos

¡sobrevivieron al Gran Diluvio!

Los  códices de antaño

mentaron su retrato:

<<Ser con destellos diamantinos>>.

¡Llegaron asaltacaminos!


Rostro que oblitera hordas de infierno y rabia.

Belleza policromada

que aguarda mi estancia

en galanteos y siseos:

envites a los Campos Elíseos.


Oigo un chasquido agorero,

¡achico los ojos y  no lo veo!

El aire está larvado de dolor.

Espesa calima virando

en roca caliza;

¡Arpía!

Hueles a curtiduría.



Plúmbea nostalgia

arrobada en su aura.



Marisa Béjar, 9/11/2018 

martes, 30 de octubre de 2018

El misterio de Margot, la muñeca y la piraña.





   Me compré una casa en medio de una urbanización perdida en los Pirineos que sólo agrupaba trece viviendas. La finca más cercana a la mía se hallaba a quinientos metros, allí vivía Margot.

   El primer día que fui a comprar al súper del pueblo me informaron acerca de mi peculiar vecina, pero no les creí.

   La tercera vez que fui a comprar, Joana, la encargada del negocio, me sorprendió mientras cargaba las bolsas en el maletero del coche.

   —Margot  siempre deambula por la noche con una pecera circular unida al corazón que aferra con la mano derecha vehementemente —comentó llevándose las manos a la cabeza y apretando los dientes.

   —¿Cómo dice? —pregunté perpleja—. ¿Saca a pasear a su pez? —interpelé frunciendo el ceño—. ¿Qué sentido tiene eso?

   —¡Uy! —exclamó  Joana asomando una intrigante sonrisa—. Lo sorprendente viene ahora —. Contrajo el rostro, recolocó mentalmente los datos y prosiguió.

   Joana me contó que también la acompañaba una hermosa muñeca de porcelana con tirabuzones negros y ojos azules con  vida propia. A veces la muñeca andaba unida a las piernas de Margot dándole la mano, otras la portaba en el hombro mientras la misteriosa muñeca cuchicheaba en su oreja.

   —¿Una muñeca que se mueve sola? —pregunté asombrada.

   Joana movió la cabeza en sentido vertical en señal de aquiescencia y prosiguió:

   —También suele llevarla en un bolso de pana lila, y la muñeca se asomaba como si estuviera en el balcón de su casa divisando el paisaje, y apartando la vegetación con sus manos si es necesario.


   Pero hubo una escena que me impactó mucho. Joana relató que en una ocasión vieron a Margot andar por el bosque muy apesadumbrada, apenas podía arrastrar los pasos. Era tan ostensible su debilitamiento que trastabilló y cayó al suelo, pero en ningún momento soltó su pecera. Se mantuvo durante una hora sentada en el suelo inmóvil. Algunos lugareños se atrevieron a hurgar entre los árboles deseosos de que hubiera muerto. Entonces vieron a la muñeca achicar  el agua de la pecera y lanzarla directa al rostro de Margot para despertarla, Después Margot se alzó, pero su figura era más exánime que nunca. La luna llena facilitó que los testigos vieran cómo en cada arrastre de sus pies la vegetación moría…. El esfuerzo por mantenerse en pie era hercúleo, pero se mantuvo férrea a su propósito.

   —¿Y nadie la ayudó al ver que no podía mantenerse erguida? —formulé indignada.

   —¡No! —contestó Joana a la defensiva—.¡Esa mujer está embrujada o endemoniada que aún es peor! ¡Nadie se aproxima a ella! Ha habido catástrofes en el pueblo desde que Margot vive aquí. Irradia mal augurio y lo único que queremos es que desaparezca —cabeceó haciendo un mohín de reprobación—. Todos le tenemos miedo.

   —¿Pero dónde iba si no podía ni andar? —inquirí expectante.

   —Eso es lo que te quiero contar —hizo una pausa dilatando el suspense y prosiguió—. Cada noche deja la piraña libre en el río y a la primera luz del alba la piraña regresa de un coletazo a la pecera que Margot deja en el balcón. En ese mismo momento ella sale a buscar la pecera para continuar durmiendo cerca de la piraña.



   Había oído historias muy extrañas a lo largo de mi vida, pero jamás como aquella. Era todo una incoherencia desmesurada. En un parpadeo salí de aquella irrealidad que me había subyugado haciéndome partícipe de cada detalle y recelé de la verisimilitud de las palabras de Joana.


   —Muchas gracias por haberme contado la historia. Me marcho, antes de ir a trabajar tengo que dar de comer a mis gatos —me despedí con prisa.


   Justo en el momento en que arrancaba el motor, Joana me pico a la ventanilla, y al mirar vi que su rostro lo cubría un rictus de terror y necesitaba seguir conversando.


   —Margot ha despertado a la bruja Shannon de su largo letargo —informó azorada.


   —¿Cómo?, ¿Y quién es esa? —me interesé con suspicacia haciendo un ejercicio de autodominio intentando calibrar la situación.


   —Es una bruja irlandesa que vive en aquel castillo desde hace cientos de años —dijo Joana, señalando un castillo piramidal que se hallaba en la punta de la montaña a varios kilómetros.


   —¡Ah! —exclamé mientras observaba una fluctuante y ondulante cortina de humo que adquiría formas fantasmagóricas en el aire—. Cuando vine y lo vi creí que era un monumento histórico, ahora veo que hay vida —comenté en tono casual—. Gracias de nuevo, hasta pronto —dije con una sonrisa.



   Pero una tediosa noche de agosto al despertar de una de mis múltiples pesadillas decidí salir al porche a contemplar el cielo. Al reclinarme en mi hamaca, vi cómo una figura languideciente con el pelo muy largo y enmarañado recorría el paraje bajo los vagos destellos de la luna menguante, con una pecera circular que asía con fuerza bajo.  Entonces me acerqué y detuve sus pasos.


   —¿Qué llevas ahí?  Es un pez horrible —espeté

   —Es un piraña —contestó sin mirarme a los ojos en tono sosegado, parecido a un susurro.

  Inmediatamente la muñeca de porcelana que se hallaba custodiada en su bolso, emergió de su escondrijo y articulando todo el cuerpo se acopló al hombro de Margot.

   Pese a ser advertida del suceso exhalé un suspiro y se me aceleró el corazón, pero me sobrepuse al trance y me aproximé más a Margot. Calculé que debía medir alrededor de 1´80 centímetros de estatura, iba enfundada en un vestido corto de gasa lila que realzaba más su silueta espigada. Me sorprendió el color de su pelo; cobrizo y brillante. Los tirabuzones negros de la muñeca se mezclaban con el cabello encrestado de Margot como si fueran mechas. Deseaba verle los ojos, pero su melena lo impedía.  Margot olía de una forma especial que no supe identificar; era similar al aroma dulzón de las rosas, pero distinto.

   —Siempre que te veo me pregunto por qué llevas una pecera contigo, pero ahora me inquieta más saber por qué se mueve esa muñeca —me sinceré.

   Entonces Margot me contó su historia.

   Me dijo que sólo una vez en su vida se entregó en cuerpo, corazón y alma a un hombre; quién creía el verdadero amor de su vida. Pero que un día esa persona la dejó, sin más… Y sintió tanto dolor en el cuerpo que el corazón escapó; saltó a un estanque lleno de peces y una piraña se lo comió.

   —¿Y qué sentiste cuándo te clavó las dentelladas? —le pregunté con gran aflicción.

   —Nada. Mi corazón ya estaba muerto cuando él me dejó. Pero la piraña se compadeció de mí. Oyó mis alaridos nocturnos e inmediatamente de un salto aterrizó en mi alcoba.  Cuando la vi,fui corriendo a buscarla —declaró Margot en tono quedo.

   —Y esa muñeca de porcelana, ¿Por qué se mueve sola?

   —Porque en ella reside mi alma. El dolor de mi cuerpo asustó también a mi alma y escapó —contestó  acariciando los tirabuzones negros de la muñeca.

   Deseosa por desvelar el misterio de su fisionomía cada vez me iba acercando más a ella. Hasta el momento, el viento al mecer sus cabellos me había desvelado un melancólico rostro ovalado provisto de labios finos y nariz egipcia, pero seguía sin verle los ojos.

   —Perdona pero me inquieta ese perfume que llevas. Desde que te he encontrado estoy intentando identificarlo, no sé dónde lo olí antes —dije inspirando visiblemente el aroma.

   —Lo hueles todos los días desde que llegaste aquí, pero en menor intensidad —contestó Margot—. Es el incienso de la bruja Shannon —dijo señalando el castillo.

   Margot me explicó que la piraña al comerse su corazón extendió todo el dolor en el río; las ondas viajaron por el agua y despertaron a la hechicera Shannon de su dilatado letargo. Me dijo que la bruja dormía en un estanque, con todo el cuerpo sumergido menos la cabeza que la apoya en un cojín con margaritas de color naranja.  Se trataba de unas flores mágicas que crecían  sólo en aquel estanque de aguas ambarinas de Shannon, y germinaban en aquel prodigioso cojín.

   —Si quieres otro día continuaré explicándote mi historia, ahora tengo que apresurarme para dejar a la piraña en el río —interrumpió Margot la conversación al ver que la piraña mostraba síntomas de debilitamiento.

   —Te acompaño—dije animada, pero luego pensé que quizás necesitaba intimidad—. Bueno, si mi presencia no te ocasiona molestias —añadí.

   Al encender un cigarro vi los hermosos ojos de la muñeca de porcelana, continuaba sentada en el hombro de Margot. Me miraba fijamente desde el océano insondable de su mirada azul oscura de exuberante en melancolía.

   —Qué ojos más bonitos tiene la muñeca. Son cautivadores —dije con sinceridad.

   —Son los míos. Son mi alma —repuso Margot.

   Margot seguía hablándome sin mirarme a los ojos.

   Llegamos al río y ella se despidió de la piraña. El pez estuvo en la orilla esperando que se fuera, como si de un perro fiel se tratara, y no empezó a nadar hasta que Margot se alejó.

   —Como antes te contaba —siguió Margot—, mi dolor despertó a Shannon y cada noche a las doce aparece en mi alcoba. Me deja inciensos que ella misma elabora con sus margaritas naranjas. Por eso huelo de una forma especial, es un aroma mágico que nunca he podido equiparar a nada. Pero el incienso vuela por toda esta zona y la gente cree que es venenoso porque saben que proviene de la hechicera.

   —¡Vaya! —exclamé—. Por eso llevo días viendo que mis gatos blancos llevan encima un polvo azafranado. Pero pensé sería de algún árbol.

   —Los vecinos tienen miedo. Creen que es un polvo maléfico, pero en realidad  sirve para sanarme. Shannon es una bruja peculiar que no sigue un patrón de conducta determinado; en otra época causó desgracias y muertes, pero ahora sólo ha despertado para ayudarme.

   —¿Y cómo es Shannon? —me interesé.

   —Tiene el pelo naranja como sus margaritas, pero con un fulgor deslumbrante que brilla en la oscuridad. Una cascada de bucles caen grácilmente más allá de su espalda. De rostro cuadrado que enmarca una mirada enjuta y oscura, con nariz diminuta y labios siempre contraídos. Aparenta unos cuarenta años, pero en realidad nació en el siglo XVIII. De estatura mediana y curvas bien delineadas — hizo una pausa y reanudó: ¡Ah!, siempre lleva vestidos de cola en tonos verde y negro con encajes y telas preciosas —Margot se apartó el pelo y me miró a los ojos por primera vez; mi mirada expectante aún se amplificó más.

   —Gracias por la información —dije intentando eludir el sobresalto que recibí al ver sus ojos.

   Al apartar el cabello cobrizo vi dos ojos plateados y brillantes con esquirlas anaranjadas. Era una  extraña mirada desvaída y acuosa que emanaba dolor.

   —Hemos llegado a tu casa. Sé que ansiabas saber cómo eran mis ojos. Eres la primera persona con la que hablo desde hace diez meses, mereces que te desvele ese misterio —dijo Margot con sinceridad  manteniendo el mismo tono apacible desde el principio.

   —Sí. La verdad es que estaba intrigada —manifesté con franqueza—. Pero ahora aún lo estoy más.

   —Son los ojos de los colores de la piraña. Cuando vi la  piraña coleteando en mi balcón mi Ser se prendó de ella y mi mirada adquirió su tonalidad. Puede que algún día recupere mis verdaderos ojos y vuelva a tener el pelo castaño.

   —Tengo que acostarme, me encantaría volver a hablar contigo —esgrimí deseosa de reencontrarme con ella.

  —Sí. Mañana a la misma hora —convino Margot.


   Al día siguiente Margot apareció a las doce y media de la noche en mi casa. Me dijo que todos los días lloraba vertiendo sus lágrimas en la pecera, y después la piraña expulsaba gotas de agua por su boca diminuta que iban directas a su lagrimal. De ese modo el agua viajaba desde el interior de la piraña, fluía por los ojos de Margot hasta llegar a la oquedad de su corazón; y así lo iba reconstruyendo. También arguyó que el incienso de las margaritas naranjas le ayudaba a restaurar el corazón y también a recuperar el alma.

   Me mostró lo referenciado; era un espectáculo único donde antes de que el agua llegara al lagrimal de Margot, dibujaba en el aire figuras maravillosas que embriagaron mis sentidos.


   La piraña agota hasta su último segundo de vida para poder estar con Margot. Así es como debería entenderse el amor; la persona con la que desees compartir hasta el último momento de tu vida.



Marisa Béjar, 29/10/2018.




Ilustración Anka Zhuravleva

viernes, 12 de octubre de 2018


ENTE SUPERIOR.






Las personas necesitamos saber


que nuestros seres queridos nos quieren.

Porque a veces pasa

que dejamos de querernos,

y necesitamos conocer

que existe un ente superior

bajo nuestra jurisdicción.


Es la impronta


Ignota

del corazón idólatra.





A mi querida sobrina Estela en el día de su

 cumpleaños:


te quiero mucho, nunca lo olvides.




Marisa Béjar 11/10/ 2018.


Ilustración katerina Plotnokova.


jueves, 11 de octubre de 2018

Agua





Soy el remero desparejado,

¡qué agravio!.

Ahora al oír crujir los maderos

sé que puedo imbuirte

en las cacofonías de mi mundo incierto.


Me aguijona tu sonrisa, tu alma.

Por eso me retiro boqueando

a mi inmundo camastro,

trasegando los últimos días de dicha;

mi vida….


Los embistes de las olas

son envites para gozar de ti en la proa.

Subo circunspecto y sigiloso,

transito en pasadizos angostos…



Y sólo recuerdo el recodo de mi Ser en la barandilla,

y que a la bitácora suplicaba dónde te hallabas;

mi alma rimada.



Alma rimada.
Marisa Béjar, 11/10/2018.


Ilustración: Anka Zhuravelva


domingo, 30 de septiembre de 2018


Diáspora de amor.






Ahora sé que no

existe el jardín

que alumbró mi primer amanecer.

Es una derrota indómita;

como el llanto insano

del neonato

que se aferra a una célula

que Hera desea yerta.


Es una felonía

a la gloria que encandiló mis días.

Ese ser hollado en el tártaro

que oye el siseo de cántaros

por hadas moldeados…

Y acribillados

por abstrusos duendes

en paz hipados.


Y  en ese intervalo

exangüe en aire

siento:                                                                                                                           
diáspora de amor.


Mi jardín

es el aerolito

que creí que salvaría

mi aura maldito.




Marisa Béjar, 23-12-2017.




sábado, 29 de septiembre de 2018

 Dolor insepulto.


Es el dolor insepulto,
¡abrupto!
Escarnio al sabio
que postula teoremas
en frágil andamio.
El muérdago huyó a otra morada,
pues la hedionda almohada susurra: ¡Basta!
El aire es gomoso
y el camino angosto.
Sólo en el canto del mirlo
hallaré el acertijo.

Marisa Béjar. 10/03/2018.

jueves, 20 de septiembre de 2018

Miríada de aullidos.



Una miríada de aullidos

miméticos al  Nilo

por tu vacío.

El pandemónium es donde habito,

entre seres con rictus de espino.



Marisa Béjar, 20 de septiembre de 2018


Ilustración: Anka Zhuravleva

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Camafeo de versos.




Más allá de la lobotomía del silencio,
donde expira el quebranto
y se descoyunta la carne; 
ingrávido aleteo 
sin argolla de mármol.

El sofisma hexagonal 
yace en la pira
de las verdades tubulares;
sin resquicios, sin finales…

Te esperaré en el cerúleo valle
de mis sueños.
Los topógrafos no hallaron el enclave,
debes escuchar el tintineo del ave
que custodia el camafeo de mis versos.



Marisa Béjar, 19/09/2018.

lunes, 17 de septiembre de 2018


Murciélago azul.





Hoy tu ausencia me lleva a deambular por calles vacías. Sólo me acompaña una sombra titilante y alargada que se empeña en perseguirme. Me perturba su presencia porque posee vida independiente a la mía, se mueve de forma amenazante mientras se acerca  mostrándome sus fauces.

Observo el oscuro cielo desprovisto de estrellas, la contaminación las oculta y no me permite contemplarlas. Pero sé que en este mismo instante brillan para otras personas que respiran vida y no la mísera polución que me rodea.

Me siento en un banco y miro el edificio de enfrente. Hay algunas luces encendidas y lloro al pensar que podríamos estar viviendo juntos en cualquier habitáculo de aquellos. La luz que buscaba en el firmamento la vislumbro en la tierra porque es aquí donde te necesito y no en la vaguedad del espacio.

Pasa el tiempo y merman las luces del edificio. Puedo ver cómo a través de los ladrillos los moradores despiden el día y descorren las colchas para recibir el sueño que tanto anhelan. Unos duermen con sus hijos, otros con su pareja, algunos con sus mascotas y sólo hay uno que duerme solo: vive en el cuarto tercera. Y es exactamente en ese cubículo de luz donde a las dos de la madrugada se encuentra el alma desvelada.

Constato que  escribe compulsivamente tecleando el ordenador, pero no sé si habla con otra persona o consigo mismo. Su mirada acusa una insondable melancolía. Asisto a un ininterrumpido goteo de agua que se filtra a través de aquella vivienda hasta la calle, son lágrimas capaces de atravesar un edificio.

Se ha formado un charco que serpentea errante entre las gélidas baldosas olvidadas por los transeúntes que duermen plácidamente.

Siento las extremidades entumecidas, el frio adquiere una virulencia impetuosa cuando se hiela el alma.  Bajo los ojos y advierto que mi abrigo gris muta a un tono más oscuro en la parte del corazón. Mi abrigo se empapa, mi corazón se deshace en escarcha. Huye de mi cuerpo formando un sinuoso riachuelo sobre el pavimento. Me aterra su huida y presiono la mano para retenerlo, pero yerro en el intento porque ya no me pertenece.

Mi cuerpo languidece sobre las mismas tablas de madera que la tarde anterior dos adolescentes se prometieron amor eterno embriagados de felicidad. Quisiera contagiarme de aquella hilaridad que tronó hasta el cielo mientras dibujaban juntos sus vidas.

Declino en mi obstinación por aferrarme a mi corazón, la mano de desliza balanceando inerte sobre el reposabrazos del banco. Apenas puedo abrir los ojos, me voy acoplando al respaldo para no despertar jamás. Justo cuando creo desvanecerme eternamente, un murciélago azul se posa en el banco y emite un chillido sobrecogedor despertándome de mi letargo.

Al abrir los ojos veo que media un palmo entre los dos caminos de agua. Sin mediación de un plano, ni brújula se han encontrado. Miro hacia arriba y veo que el del cuarto tercera eres tú.

<<¿Pero qué haces ahí escondido? Si en realidad no estábamos tan lejos, pero te empeñaste en creerlo>>, pienso mientras lloro. 

Mis últimas lágrimas obran un milagro: aumenta el caudal y se fusionan los dos caminos. En ese instante me ves y bajas a buscarme.





Marisa Béjar, 24/01/2018.





martes, 11 de septiembre de 2018


El Cerezo. 





Soñé que atravesabas un campo de cerezos
cubiertos de blanca gala.
Paisaje albino,
óvalo divino
por mi amor guarnecido.
Hierba que arrulla mis piernas
con plumas de colibrí:
¡sí!, estás ahí.

Soy prisionera de tu tierra.
Fui engrilletada en roca y purpurina, 
combinación que expolió mi vida,
pues los cuervos acudieron con sus llaves
de diamantes que ahora custodian en nidos de pegasos
cuyo hallazgo es un misterio:
como la muerte de la dulce Marilyn.

Con la suavidad que se desliza la pluma sobre el papel,
mis manos láudano en tu Ser.
Nuestros cuerpos fueron fieltro
en aquel cerezo.
Miríadas de hadas cacaraquean la gloria,
¡escribanos  narran nuestra bella historia!
Tu mirada azul a través de níveas y algodonosas rosas…
El cerezo es el espejo de mi amor eterno: cenit de mi vida,
savia bendita que ansía mi alma proscrita.
Sólo necesito el espacio que abarcan tus manos,
viviremos dentro del cerezo
y él será nuestro Universo.

Sufro un desvaído
¡Despierto en el vacío!
¡Árbol impío!
¿Dónde estás amor mío?
Aquellas flores que creí aliadas
fueron pirañas 
con dientes de guadaña.

Las Pleyades
yacen en simas fantasmales
huyendo de un cielo trastocado
que llora trasnochado.

El cerezo fue un infundio
y por ello vago perdida en un latifundio
de monstruos nauseabundos.
Sólo los juncos
me acarician hoy en este mundo.

Marisa Béjar, 11/01/2017.


Hola.
Gracias por leer mi poema. Sólo puntualizar que este es una de mis poesías favoritas. Lo tenía oculto, pero he decidido hacerlo público. Gracias por tu tiempo.

Marisa Béjar, 11/09/2018. El Cerezo, siempre será mi árbol favorito,