viernes, 31 de marzo de 2017



Boxeo



En sí misma,es la pasión del luchador herido
la que permite mantenerte erguido
ante el dolor infligido. 

Marisa Béjar.  


La de la foto soy yo.





Fragmento de mi novela "El Cielo de los Perros". El Palomo Maceta.





     

     <<Al cabo de unos meses comprobó que Maceta era un macho. Pero lo descubrió demasiado tarde para cambiarle el nombre. El palomo Maceta estaba totalmente curado de la desnutrición y la infección respiratoria. Pero la pérdida del ojo derecho lo colocaba en una situación vulnerable. Marina no logró sanarle el ojo. Conocía el mundo de las aves, aquella lesión suponía un lastre para su vida en libertad, colocándolo en desigualdad de condiciones. 
  Maceta se quedaba mirándola fijamente con su ojito izquierdo. No se atrevía a entablar contacto físico con Marina, pero siempre quería estar cerca de ella observándola. Era como un espía enamorado (…)
    Maceta lucía un plumaje lustroso, el tono irisado de pecho atestiguaba la salud del ave. <<Eres la mejor paloma que he tenido en mi vida… No sé qué voy a hacer contigo>>, solía confesarle.

Marisa Béjar.







miércoles, 29 de marzo de 2017

Fragmento de mi novela "El Cielo de los                   Perros"

Conversación de Marina con su madre.


  



    <<—¡Para ya de decir disparates! —chilló  Gemma echándose las manos a la cabeza—. Tu padre habló de pagarte la carrera, nunca mencionó el tema del piso. Por cierto,  ¿ya sabes qué carrera vas a estudiar?
    —Filosofía.
    —¿Qué? ¡Eso no sirve para nada! Marina haz el favor…

    —Me servirá para mí —cortó, dejando sin argumentos a su madre>>.

Marisa Béjar.

En la foto uno de mis libros favoritos.





La Fontana de Trevi.





















Tantas almas has congregado,
¡y hasta el cielo enamorado!
Majestuoso y sublime estanque,
de impacto siempre electrizante.
Tus seres dominan un mar embravecido,
con gestos de antaño entumecidos.
Espacio santo, pues… ¡somos tantos!
y sólo siento un tenue murmullo.
Muchas monedas han lanzado,
al ver tu encanto atesorado.
Deseos dormitando enmarañados
que en ligeras gotas flotan
para los apasionados.
Pasan las horas y aun estando sola,
te contemplaré al despuntar la aurora.
Viviré siempre en el tejado de al lado
y me fundiré en los ecos del pasado.

Marisa Béjar.














Fragmento de mi novela "El Cielo de los Perros".


      

        <<Se colocó ante la parte central del armario, donde estaban las puertas con espejos incrustados. Uno de los espejos estaba resquebrajado. Meses antes de romper la relación, Santi, inmerso en una acalorada discusión, cerró con contundencia aquella puerta y el espejo no aguantó el golpe. Aún se mantenía férreamente  adherido a su base, surcado por un sinfín de grietas que se extendían anárquicamente en distintos derroteros.
    
       La perra subió de un bote a la cama, y justo en ese momento, Marina vio su imagen reflejada en el cristal acorralada por multitud de Thelmas. Se giró hacia el animal.
          
 
       ¡Eso es justo lo que necesito! ¡Tengo que rodearme de un montón de perros! No puedo retrasarlo más, mañana mismo me hago voluntaria de un refugio de animales le dijo.
   
    El caos la llevó a la esencia de su propio ser y decidió seguir la estela... Aquella idea la había perseguido desde la niñez, pero siempre la bloqueaba excusas típicas como: <<Me dará mucha pena y saldré corriendo>>, o <<yo no valgo para verlos sufrir>>, o <<me los querré llevar todos a casa>>.

    Pero el dolor por la pérdida de Santi había ahondado tanto en su corazón que sintió que aquél era el momento idóneo para entregarse a aquel deseo tantas veces aplazado. Señaló con el dedo índice el espejo cuarteado y dijo:
          
           —Esa va a ser mi ruptura, los sábados  por la mañana voy a estar rodeada de perros.

  La decisión era inapelable, sería voluntaria en un refugio de animales>>.


Marisa Béjar.

      En la foto mi perra Thelma que murió el 21 de abril de 2012 y sigo pensando en ella todos los días de mi vida.


Despiértame.


           



                               



                                               I
     
Despiértame y déjame
donde sólo el amor reine,
adonde van a parar los sentidos:
dulces y eternos momentos vividos.
Y aléjame de este atolladero,
que perturba mi paz y atormenta mi ego.

                     
             II

Mi alma asustada se halla encadenada en un lugar sombrío y maldito. 
Algunas hadas acuden con hechizos, huyendo aterradas ante mi imagen varada...       
                    
             III

Despiértame amor mío. Despójame del inmortal frío
y bríndame el calor que tanto ansío.


Llévame al país de los bellos sueños, 
¡moriré al no hallar tus destellos!


Despiértame y déjame donde sólo el amor reine.



 Marisa Béjar.

martes, 28 de marzo de 2017


Fragmento de mi novela
“El Cielo de los Perros”.


 




 <<La luz del pasillo estaba encendida a fin de amortiguar la tenebrosidad de la noche. De nada servía, porque no cesaba de moverse debajo de las sábanas, y el sueño restaba exiliado a los confines de otro mundo antagónico. Necesitaba pensar que tal como aseguraba su madre (…) Después de una tediosa hora cavilando y sudando, saltó de la cama acodándose en el alféizar. Intentaba contagiarse de la aparente paz que manaba de las ventanas selladas al miedo. Entonces vio cómo el gato del vecino de enfrente se asomaba al balcón y la miraba con los pelos erizados. Ella lo adoraba, siempre le canturreaba desde allí y lo achuchaba en la portería. Volvió a temblar, sabía que había vuelto a su habitación…>>


Marisa Béjar


El cercado electrizado. 







Mi ser anclado y varado
en un cercado electrizado.
Donde el sonido es aullido
y el oxígeno ha huido.
Donde el sol está proscrito
y el olvido circunscrito. 
Donde la daga esclava vaga
y mi esperanza tiene amurallada.
Donde el invierno avanza y no se apiada,
y sólo encuentro cenizas heladas.
Donde mis manos sin unión
golpean el poste de la desazón.
Ésta es la vida en el cercado,
adusto paraje, sórdido e inanimado.

Marisa Béjar, 16/ 02/ 2010.






Mansión Palaciega







Mansión palaciega,
ansío el fulgor de aura serena.
Si una desbandada letanía
de agravios acontecía,
a ti acudía. 
Y no pasaba nada…
El asedio naufragaba en tu mirada.
Con tus manos de seda deshojabas mi pena,
disipabas la iracunda infamia que graznaba.
Esa mansión palaciega ingrávida albergaba
la paz jamás soñada.
¡Ahora bahía escarpada! 
Temblaba la azucena al vislumbrar tu estela
en un falso señuelo de esperanza,
y en espinas coronaba su nostalgia. 
Esa mansión palaciega adormece desbravada
por tu ausencia prolongada.

Marisa Béjar, 10/03/2010.


      Dedicado a mi abuela Carmen García Royo, que dio muchas horas de amor y bienestar  a mi vida.       

Marisa Béjar 10/03/2010.








Ausencia

Lamentos eternos,
mis brazos desiertos,
me ahoga el silencio,
tu ausencia en el tiempo... 

Marisa Béjar, 13/11/2009.




Rumor inmeso.







A veces siento un rumor inmenso,
infame brota en mi pensamiento.
La vida etérea que lo provoca,
almas fugaces en la discordia. 
Si amar no debo ¿por qué respiro?
Si sólo vivo por un destino.

Marisa Béjar 11/09/2009.








Yermo en el tiempo. 









Sexo, carencias y desencuentro,
afines instrumentos al desaliento,
famélico deseo, maleables espectros.
Rosal en duna, yermo en el tiempo.

Marisa Béjar, 21/04/2010. 




Horror enquistado.




Mi cama es un cenagal con voces cavernosas:
un cubículo fantasmal,
donde el amor
espera almidonado
huir del horror enquistado.
Mi vida quedó destronada,
como alud en costa soleada.
Exangüe ilusión caduca y soterrada,
que fragua lenta en voz ahogada.
Mi cama es un brezal arácnido
con encuentros feroces en falacias de pasión:
donde el amor quedó orillado
y el horror enquistado.


Marisa Béjar 26/03/2017.

Foto mía de una de las gárgolas de la Catedral de Notre Dam, París.

BESOS VERSUS PUÑETAZOS




      Y entonces comprendí que en la vida como en el boxeo, a veces ni los besos ni los golpes se pueden evitar. Que  no se vive en un eterno estado de dolor ni de placer.
      Los puñetazos que más me dolieron no los vi venir. Algunos guantes tiranizaron mi cabeza en un inmisericorde zumbido ensordecedor, que afortunadamente desapareció.
      Tampoco vislumbré la trayectoria de los besos que más me gustaron, simplemente los encontré como un bello regalo en mis labios. Como el de aquella primera cita con un chico que me sorprendió en medio de un  restaurante con el beso más bonito de mi vida. Una trayectoria que hubiera deseado infinita, pero al igual que los golpes: también desapareció.
      Luchamos por conseguir un triunfo que en ocasiones se escapa porque no nos pertenece, recibiendo el reverso de lo deseado: la maldita y perversa realidad postrada ante nosotros. Sin devaneo alguno y con su habitual firmeza, se asienta en nuestra vida soterrando nuestros deseos. Y ella es la unánime vencedora.
      Un mal golpe en el ring me lanza al suelo y termina el combate. La realidad gana la batalla, la realidad se torna adversidad. La ficción del sueño decae ante realidad imperante que se enarbola en el podio del poder.
      El encuentro con el beso deseado sin visualizar el sendero que delimita ambos seres abruma mis sentidos, pero sus efectos también desaparecen.
      Me quedé sola en un  meditabundo estado gris, porque no soy capaz de ver las trayectorias y porque adolezco de la virtud de perpetuar los impactos que más deseo. Y cuando sólo me queda el recuerdo de sus besos, los impactos de seda sobre mis labios devienen  puñetazos.

                    Marisa Béjar, 21/04/2010.

Practiqué boxeo durante once años, la de la foto soy yo.
La imagen fue captada por la fotógrafa profesional Carme G.