La chica de los ojos transparentes.
Parte I
Recuerdo que era un
viernes alrededor de las tres de la tarde, salía a zancadas de la oficina para atrapar el preciado vagón
de metro mágico que me llevaría a mi guarida. Fue un día terrorífico, en la
oficina surgieron problemas de distinto orden durante toda la jornada laboral:
los teléfonos estaban a punto de estallar, y los jefes no cesaban de bramar
inmersos en un iracundo discurso demoledor tiranizando al personal subordinado.
En tres ocasiones recurrí a los analgésicos para mitigar la tensión.
Acoplé mis posaderas en el asiento y al
oír rugir el motor sentí la liberación de alejarme de aquel atolladero. Palpé
en el interior de mi bolso en busca del móvil y empecé a leer un artículo
referente al cierre definitivo de un refugio de perros y gatos ubicado en
Castellón. Me aguijonearon el corazón las intensas miradas lacrimosas de los perros
implorando misericordia a través de las rejas… Pese a los múltiples y hercúleos
esfuerzos ejecutados por la dirección del centro y los cuidadores, no existía
alternativa. El presupuesto era insuficiente y las instalaciones precarias. El
cierre era definitivo e inminente. El Ayuntamiento se exoneraba de prestar
cualquier tipo de ayuda.
Por
suerte en las últimas semanas aumentaron las adopciones, asimismo otros
refugios y protectoras se ofrecieron para acoger setenta y dos animales, pero
aún había que hallar una solución para el resto…
El llamamiento era desgarrador, urgía
encontrar hogar para sesenta perros y quince gatos. Aquellos animales
conocieron la calidez de un hogar y ansiaban volver a reconquistar su antiguo
estatus.
Bajé del andén sulfurada, inmersa en una
vorágine desesperanzadora exhalaba suspiros al recordar aquellas cándidas caras
abatidas por el dolor.
De repente el sonido de una guitarra
eléctrica paralizó mi marcha acelerada en el andén. Miré en derredor y
vislumbré la espigada silueta de una chica joven: su cabello largo, lacio y
rosa violáceo cubría parte de aquella guitarra eléctrica azul claro, un azul
casi transparente: como sus ojos. <<Curioso paralelismo>>, pensé. Iba
ataviada con una chaqueta negra de curo con tachuelas, y lucía anudados al
cuello varios pañuelos de colores con largos flecos.
(Continuará...)
Marisa Béjar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.