Refugio de una diosa.
El tiempo de esperanza cesa cuando se apaga el alma,
cuando el dolor invade la razón:
la vida estalla y se desata el aura de la nada.
¿Dónde está mi vida?,
se pregunta azorada.
Dicen que se oculta en la sombra,
que sólo la penumbra soporta.
Que fue una diosa sin temor a nada,
y ahora anda perdida y desolada.
¡Ay!, ¿Cómo sofocar
el dolor?
El dolor del alma.
Aparece en medio de un paraje extraño y deshabitado,
las flores marchitas rodean el páramo.
Furtiva y cautiva, ya no recuerda cómo era su vida.
Sólo huye y desaparece, mientras su pena crece.
El arrullo de las aves oculta su paso,
el siseo de las hojas enmascara su llanto.
Etérea y sigilosa por el bosque deambula,
los sauces arropan su espíritu en desventura.
Suspiros que rompen el eco del lugar,
donde las aguas aumentaron su caudal.
Su imagen está rota,
pues la ilusión no brota.
Condenada a vivir en un mundo sin pasión,
sólo busca redención.
Marisa Béjar, diciembre 2008
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarGracias Don Dumas.
ResponderEliminarSí que duele... bastante.
Al menos este dolor aunque no se cura
Eliminarsi que inspira. Y Tu lo haces de maravilla. Ya lo creo.
Me encanta leerte.
Gracias.😊
EliminarBueno, hay que ser pragmáticos y ver el lado positivo.😂😂.
A mí también me gusta mucho tu poesía.✌