sábado, 21 de julio de 2018


Úrsula.






 Os presento a uno de los espíritus de la novela: Úrsula.


Las XXXX, es para no hacer un spoiler y desvelar el nombre del acompañante de Marina.


<<Al encaminarse hacia el restaurante, Marina intuyó la presencia de un espíritu; escrutó la zona pero no logró hallarlo. Mientras XXXX comentaba una anécdota laboral, vio asomarse y esconderse la cabeza de una niña morena con dos largas coletas rizadas anudadas con lazos blancos. No pudo constatar que fuera la presencia incorpórea que intuía, apenas pudo vislumbrarla. Al pasar la esquina se agarró con fuerza al brazo de XXXX porque creyó que la asustaría, pero no había nada. Al tercer paso tras franquear la esquina se giró y la vio: estaba muerta. Iba cubierta con un abrigo de capa marrón por el que asomaba una falda de cuadros de paño grueso. Calzaba zapatos negros, y unos tupidos leotardos blancos le envolvían las piernas.

Llegaron al restaurante; degustaron plácidamente el menú y, al llegar los postres, Marina ojeó varias veces la carta, indecisa. En uno de esos pases de hoja, levantó la vista hacia el gran ventanal del restaurante y vio al espíritu pasar jugueteando con un neumático que mantenía en pie con la ayuda de un palo. Ella correteaba detrás manteniendo el equilibrio del neumático hasta que el palo desapareció, originando la caída de la rueda. En ese momento se quedó clavada en el cristal, contemplando a Marina.

—Los tienen preparados en las vitrinas; como veo que no te decides, te lo voy a elegir yo —dijo XXXX

—Perfecto —contestó aliviada al ver que el espectro no desaparecía.

Vio a XXXX en la barra, hablando con una de las camareras y señalando las vitrinas. Al instante, la niña ocupó el lugar vació y se encaró con ella. Mostraba un semblante severo, sin atisbo de dulzura infantil. Marina la ubicó en los años de la guerra civil española o la posguerra. Fijaba su insondable mirada oscura en los ojos claros de Marina, pero no solicitaba ayuda. Conocía perfectamente el estado en el que se hallaba. (…)

Intentó interactuar con ella mentalmente, requiriéndola para que indicara su propósito, pero no respondía. Entonces la niña le lanzó un mensaje claro y directo que martilleó su mente: «Sólo quiero mirarte y que tú me mires, Marina. ¿Es tan difícil entenderlo?».

Aquel mensaje se le quedó clavado y la hizo reflexionar. Tenía lógica, era invisible. Le recordó a los perros del refugio que se afanaban en llamar la atención ante posibles adoptantes. Su expresión era dura, pero igual que los lloriqueantes perros que nadie veía, ella también exigía lo mismo: atención. Entonces Marina fijó sus ojos en ella >>.




El Cielo de los Perros, Marisa Béjar.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.